S.S. es un paciente que presenta numerosas fobias. Debido a ello, en las sesiones de psicoterapia se han empezado a utilizar técnicas de exposición imaginada. Previamente, se estableció una jerarquía de situaciones temidas y luego realizó un descondicionamiento simulado en el que el paciente debía representar ciertas imágenes mientras hacía ejercicios de relajación para reducir la ansiedad que éstas le producían.
Aunque el paciente se hallaba a salvo en la consulta e incluso, tenía libertad de interrumpir el ejercicio en cualquier momento, el simple hecho de imaginarse las situaciones temidas representaba un tormento de ansiedad. Las imágenes más simples e irreales (verse sacudido por las turbulencias del avión y marearse, por ejemplo) generaron sudor e hiperventilación en S.S. quien, en ocasiones, abandonó el despacho para respirar y serenarse.
A lo largo de las sesiones, se le pidió al paciente que se concentrara y pensara qué le generaba ansiedad exactamente. A S.S. le costaba muchísimo responder a la pregunta y solo insistía en que, cuando estaba delante del estímulo fóbico, no podía concentrarse porque sentía un terror tal que lo único en lo que pensaba era en “huir del horror, de su conciencia, de su vida y de su cuerpo”.
Luego de cinco sesiones aplicando la exposición imaginada, S.S. constató que, cuando intentaba afrontar la fobia, le distraía una sensación de tristeza y su mente empezaba a vagar sin rumbo. Cuando se le preguntó qué sentía, el paciente contestó “Siento una cierta tristeza”, y rompió en llanto. La terapeuta le tranquilizó diciendo “Hemos encontrado algo”.
Estas explosiones de tristeza se repitieron en las siguientes sesiones y S.S. empezó a sentirse relativamente menos ansioso e incluso más contento. La terapeuta le comentó que “habían llegado al corazón de la herida”. El paciente le preguntó por qué la ansiedad era más fuerte que la tristeza y le “azotaba” con más frecuencia. La terapeuta concluyó haciendo una reflexión: “Por mucho que una herida consiga hacerte llorar, resulta menos desagradable que el terror que sientes cuando vuelas entre turbulencias”.