La Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) pretende dar a conocer las afecciones más frecuentes que puede padecer la piel de las personas mayores (piel madura) y cómo poder remediarlas, por ejemplo, gracias a una alimentación sana durante todo el año, para lograr una piel cuidada.
Según el doctor Manuel Ginarte, miembro de esta academia, en los países de la U.E., el porcentaje de personas mayores de 65 años oscila entre el 13% en Irlanda y el 21% en Italia. En España, esa cifra es del 18%, pero con grandes diferencias entre el medio urbano y el rural. “Para el año 2029, el 25% de los españoles tendrá más de 65 años”.
Desde el punto de vista dermatológico, el doctor explica que la piel madura sufre un envejecimiento fisiológico asociado a la edad y otro asociado a la exposición solar según nuestros hábitos de vida pasados. Otros factores, como el tabaquismo o la contaminación también pueden influir en el envejecimiento de la piel. Esto provocará diversos cambios en la estructura y función de la piel que se traducirá en la aparición de lesiones benignas, a veces de carácter solo cosmético, pero otras conllevan molestias y disminuyen la calidad de vida de las personas.
Entre estos cambios se incluyen el adelgazamiento y sequedad cutáneas, el picor, las queratosis seborreicas, los léntigos, los angiomas y otras alteraciones secundarias a problemas vasculares. Además, algunas de estas alteraciones benignas pueden sufrir complicaciones como infecciones o sangrado.
Eso sí, con el envejecimiento también aumenta el riesgo de sufrir un cáncer de piel, especialmente el CCNM (cáncer cutáneo no melanoma, fundamentalmente el basocelular y el espinocelular). Esa incidencia aumenta sobre todo a partir de los 60 años, dependiendo del fototipo y de la historia previa de exposición solar.
En este sentido, desde la AEDV hacen hincapié en la prevención primaria y secundaria. Este es el caso de una higiene adecuada evitando productos irritantes, insistir en el cuidado de los pies y recomendar el examen periódico de la totalidad de la piel para detectar precozmente lesiones premalignas o malignas, bien por parte del propio paciente o, cuando esto no sea posible, por personal sanitario o cuidadores.