La Osteoporosis se está convirtiendo en una pandemia que afecta a un porcentaje importante de la población y que, al no cursar con síntomas aparentes durante su padecimiento, puede tener consecuencias serias para la salud.

Esta patología afecta tanto a hombres como mujeres, si bien lo hace en mayor medida en las mujeres. Se trata de un problema que afecta al área social, económica y sanitaria, especialmente de los países más desarrollados. El perfil del paciente con osteoporosis ha cambiado de manera notoria en los últimos años, afectando en la actualidad también a pacientes jóvenes, debido al aumento de la esperanza de vida, al consumo de tabaco y/o alcohol, y a la presencia de un mayor sedentarismo.

La osteoporosis es definida como una pérdida de masa ósea, que ocasiona a la vez un cambio en la propia estructura del hueso afectado.
El diagnóstico es sencillo de obtener y es frecuente recurrir a la densitometría ósea para medir la cantidad de tejido óseo mineralizado en varias zonas del cuerpo, sirviendo también para predecir el riesgo de aparición de una posible fractura.
La fisioterapia tiene un importante papel en este contexto. Por un lado, la fisioterapia actúa en forma de prevención, tratando de eliminar los factores de riesgo y predisponentes a sufrirla. Por otro lado, una vez la enfermedad está establecida, la fisioterapia trata de modular el dolor, eliminar rigideces y mejorar las consecuencias de caídas y/o fracturas que el paciente pueda sufrir.
El fisioterapeuta es el encargado de fomentar la práctica de ejercicio físico, a ser posible con carga, evitar el sedentarismo, proporcionar pautas de higiene corporal y evitar una inmovilización prolongada en caso de producirse una caída o fractura.